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jueves, 12 de diciembre de 2013

Confirman el daño del VIH sobre el corazón

Implante de una válvula cardíaca artificial

Las personas con VIH pueden tener un mayor riesgo de tener problemas cardíacos. Ahora, una investigación española demuestra que el virus del sida produce alteraciones «estructurales» en el corazón, lo que podría explicar este mayor riesgo de cardiopatías entre las personas con VIH.

La investigación presentada en la reunión oficial anual de la Asociación Europea de Imagen Cardiovascular (EACVI), EUROECHO-Imaging 2013, apuesta por la introducción del cribaje cardiovascular en todos los pacientes con VIH, en particular en aquellos que tienen una carga viral detectable en sangre. «Se sabe que las personas con VIH tienen una alta incidencia de cardiopatía -principalmente disfunción diastólica e hipertensión pulmonar- evaluado mediante ecocardiografía, pero debido a que la razón no está clara, decidimos realizar un estudio con el fin de evaluar si la etapa de VIH o una carga viral en sangre detectable estaban relacionadas con el grado de enfermedad cardiaca», explica Nieves Montoro, autora del informe e investigadora del Hospital Universitario La Paz de Madrid.

El estudio incluyó a 65 pacientes con VIH (63%varones, con una edad media de 48 años) que tenían disnea (falta de aliento). La etapa del VIH se determinó midiendo el recuento de CD4 y otras posibles enfermedades, además de contabilizarse la carga viral en la sangre. A los pacientes se les hizo una ecocardiografía transtorácica para evaluar si tenían cardiopatía estructural (hipertrofia ventricular sistólica o diastólica o hipertensión pulmonar) y se evaluaron los siguientes factores de riesgo cardiovascular: hipertensión, diabetes, tabaquismo, dislipemia e insuficiencia renal.

Los resultados mostraron que el 47% de los pacientes presentaba algún tipo de cardiopatía estructural, principalmente hipertrofia ventricular izquierda, disfunción ventricular izquierda, hipertensión pulmonar y signos de insuficiencia ventricular derecha. Aquellos con una carga viral en sangre detectable registraron una mayor incidencia de cardiopatía estructural que aquellos con una carga indetectable (75% frente a 4% ), independientemente de su perfil de riesgo cardiovascular o el tipo de terapia antirretroviral.

«Encontramos que la mitad de los pacientes con VIH con disnea presentaba evidencia ecocardiográfica de enfermedad cardiaca estructural». Montoro subraya el hecho de que los pacientes con una carga viral positiva en sangre tuvieron una mayor incidencia de cardiopatía estructural. «De hecho, tener una carga viral en la sangre detectable casi duplicó la prevalencia de enfermedades del corazón, lo que sugiere que el propio VIH podría ser un agente causal independiente», afirma.
Carga viral detectable



La progresión a sida, el género, la edad o la presencia de factores de riesgo cardiovascular no influyeron en la gravedad de la cardiopatía estructural, aunque Montoro reconoce que estos resultados siguen siendo preliminares y tendrán que confirmarse en un análisis más detallado. «Nuestro estudio muestra una asociación entre la presencia del virus en la sangre y la enfermedad cardiaca. Estos resultados abren la puerta a la hipótesis de que el VIH está implicado en la etiología del daño cardiaco. Se sabe que el VIH puede producir a respuesta proinflamatoria, lo que podría implicar también al corazón. Estamos llevando a cabo más estudios para probar esta idea», agrega Montoro.

Según esta experta, uno de los objetivos principales del tratamiento del VIH es que los niveles del virus en la sangre sean indetectables. «Cuando no se logra, normalmente se cambia el tratamiento. Nuestros hallazgos muestran que tener cualquier nivel detectable de virus en la sangre casi duplica el riesgo de enfermedades del corazón», apunta.

Un dato importante del estudio es la elevada incidencia de problemas cardiacos observada, casi 50 por ciento, una cifra que hace que los autores aconsejen que todos los pacientes con VIH con disnea se sometan a un ecocardiograma transtorácico para detectar cardiopatía estructural. «Se trata de una prueba no invasiva, costo-eficaz y accesible. Además, los pacientes con una carga viral positiva en sangre tienen casi el doble de riesgo de enfermedad cardiaca estructural y deben someterse a un ecocardiograma tanto si son sintomáticos como si no», recomienda Montoro.

Montoro cree que «la detección temprana de los problemas cardiacos en los pacientes con VIH mediante una sencilla herramienta de diagnóstico como la ecocardiografía nos permitirá tratarlos en una etapa muy temprana del daño del corazón y mejorar el pronóstico». En su opinión, los pacientes que presentan una carga viral detectable en sangre y/o cardiopatía estructural deben ser «monitorizados» más de cerca por el especialista en VIH y por su cardiólogo.

Una sospecha confirmada

La relación entre el VIH y las enfermedades cardiovasculares empieza a ser comprendida. Hace apenas un año, una investigación publicada en The Journal of the American College of Cardiology, encontró una extraña relación entre las personas con VIH en tratamiento y un mayor riesgo de muerte súbita cardíaca. Otro trabajo, publicado en JAMA Internal Medicine, fue más allá, y relacionaba la infección por VIH, y por supuesto el tratamiento, con un riesgo cardiovascular por determinar.
Afortunadamente las personas con VIH viven más tiempo gracias a la terapia antirretroviral y, por ello, es cada vez es más importante considerar otras causas de muerte, entre las que está la enfermedad cardiovascular. Por ello, el equipo de Matthew S. Freiberg, de la Universidad de Pittsburgh (EE.UU.), examinó si la infección por VIH se asociaba con un mayor riesgo de infarto. Así analizaron datos de 82.459 participantes en el estudio Framingham -el mayor estudio hasta la fecha sobre enfermedad cardiovascular hecho en el mundo- y vieron que durante una media de seguimiento de 5,9 años, hubo 871 infartos. Con los años -más de tres décadas-, explican, la media de eventos de infarto por cada 1.000 personas-año era relevante y significativamente mayor en el grupo de personas con VIH, en comparación con los no infectados.

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