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viernes, 19 de diciembre de 2014

EE.UU.-CUBA: una doble transición

Es el momento de José Martí y, quizá, de la reinvención de la nación cubana

La apertura entre EE.UU. y Cuba es una estupenda noticia.


La guerra fría ha terminado. Es la idea que vuela con el anuncio de que Estados Unidos y Cuba reanudurán relaciones después de 50 años de amargo, belicoso distanciamiento. Si tan solo se le juzga por esta decision, Obama pasará indiscutiblemente a la historia. Al final del segundo —y último— acto de su administración, el presidente estadounidense, ya sin las ataduras que imponen los cálculos y los imperativos electorales, libera a su país del peso de una determinación infame. Igual procedió recientemente al emitir un dictamen que regulariza a cinco millones de trabajadores inmigrantes sin papeles.
La apertura entre EE.UU. y Cuba es una estupenda noticia. Más que la normalización de relaciones, se trata de inaugurar una nueva normalidad. Se abrirán oportunidades de reconciliación entre los cubanos de adentro y de afuera, y será posible un reencuentro. Es el momento de José Martí y, quizá, de la reinvención de la nación cubana.
Este acontecimiento es bueno también para Estados Unidos y provechoso para las relaciones hemisféricas. Los norteamericanos no tienen razones para odiar a Cuba, y menos para temerle. Se esfumó el gran fantasma del comunismo internacional, el planeta dio un giro y los antagonismos de la guerra fría perdieron el sentido. El boicot a la isla impuesto por los Estados Unidos es innecesario, contraproducente, imperial y absurdo. Causó inconmensurables pesares y perjuicios. Pero es, al fin y al cabo, un producto de la época.
En su histórica visita a Cuba, Juan Pablo II pedía que esta se abriera al mundo y que el mundo se abriera a Cuba. Pero en realidad el mundo ya se había abierto a la isla y, uno a uno, cada cual a su manera, los Estados latinoamericanos que se habían sumado al bloqueo por más de dos décadas, fueron reecontrándose con Cuba. No había nada que temer, todo lo contrario, había mucho que ganar.
La reapertura de relaciones tampoco quiere decir que se esfumen todas las diferencias entre los dos países. En realidad puede que estas diferencias no terminen, si bien con este paso hay una aceptación tácita de las mismas, y una decisión de cambiar las reglas del juego. Sigue en pie el artilugio del embargo, que corresponde al Congreso levantar.
Según la nota divulgada este miércoles por el New York Times, el papa Francisco tuvo un papel destacado en el acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos. No sorprende. La Iglesia católica intercedió por muchos años para que este reencuentro fuera posible. Muchos otros interlocutores, algunos inéditos todavía, de seguro han intervenido. Pero también entran en juego, y considerablemente, las reformas y cambio de visión adoptados por el Gobierno cubano en los últimos años. Ya no es tiempo de sacrificios. Los cubanos se la han jugado, pero no pueden seguir viviendo una resistencia permanente frente a los cambios en el mundo, amparados pero prisioneros de su condición insular.
Sin duda los cubanos (otra vez: los de adentro y los de afuera) querían mucho que llegara este momento, que por otro lado señala el inicio de la transición en Cuba. Porque sí la habrá, inevitablemente. De hecho, ha empezado desde el momento en que el país adoptó, mal que bien, políticas inéditas para un país que persiguió tenaz un rumbo que no se dio.
Pero es una doble transición: Estados Unidos también cambia. Debe cambiar.
El acuerdo de reanudar relaciones entre ambos países puede derivar en cambios rápidos, portentosos, incalculables en Cuba. Ojalá que sin sobresaltos. En tantas ocasiones se ha escrito sobre el ocaso de Fidel. Desde hace años, los periódicos del planeta han redactado, reescrito y vuelto a guardar los obituarios que reservaban para la muerte del líder cubano. Pero él sigue ahí. Sus principales enemigos han desaparecido. Sin embargo, nadie sabe lo qué va a pasar en Cuba en los próximos años, con o sin él. Lo cierto es que ha llegado el turno del siglo XXI, y solo cabe desearles a los cubanos la mejor de las suertes

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