1. Yo no soy mi miedo. Una de las artimañas más insidiosas del miedo para debilitar nuestra fuerza es hacer que nos identifiquemos con ellos y nos sintamos avergonzados. Eso nos condena al silencio, al secretismo, nos impide buscar ayuda.
2. Debo declarar la guerra a los miedos enemigos, que han invadido mi territorio íntimo. Los miedos no se van a ir por decreto. Se volverán cada vez más fuertes, porque su táctica suele ser una táctica de desgaste. El gran aliado de los miedos es la pasividad, y sus mi disfraces: la resignación, la impotencia, la desesperanza, la huida, los falsos alivios, la procrastinación, es decir, el dejar el enfrentamiento para el día siguiente.
3. Conocerá a mi enemigo y sus aliados. El miedo es un fenómeno transaccional, que surge de la interacción de un factor subjetivo —yo— y de un factor objetivo —mi circunstancia—. El enemigo está, por lo tanto, fuera y dentro de mí. Los grandes expertos insisten en la conveniencia de llevar un registro diario de los miedos, las respuestas a los miedos, las situaciones que los desencadenan. Una persona con ataques de pánico debe aprender a conocer los síntomas, la espiral del pánico, para desactivarla.
5. No colaboraré con el enemigo. El miedo es corruptor e invasivo, como un cáncer. No debo confraternizar con él, mi enemigo. Cualquier procedimiento de evitación me alivia momentáneamente, pero consolida la invasión. Algo que tengo que evitar es que la voz de mi enemigo suplante mi propia voz.
6 Me fortaleceré. Puesto que se trata de un combate, me entrenaré, como hacen los samuráis: afilaré la espada de mi mente. (I) Cuidaré mi organismo. El ejercicio físico es un medio de activarlo y un gran antídoto contra la ansiedad y también contra la depresión. Cambia las respuestas neuroendocrinas. Fomenta una cierta dureza, una mayor tolerancia a los mensajes desgradables del cuerpo. No olvide que una de las características de las personas angustiadas es prestar demasiada atención a las sensaciones corporales e interpetar catastróficamente cualquier malestar. El ejercicio físico y el deporte provocan una relación distinta con el propio cuerpo, con el cansancio por ejemplo. Por desgracia, las personas con tendencia a la angustia suelen eludir el cansancio físico. (2) Revisaré mis creencias para ver si son patógenas. (3) Aprenderé habilidades sociales y a disfrutar de las cosas buenas.
7. Debilitaré al enemigo mediante la desensibilización o cambio de creencias.
8. Pensaré que sufrir una derrota no es estar derrotado.
9. Buscaré buenos aliados, mis amigos, los expertos, modelos de acción, ambientes estimulantes...
10. Me comprometeré con valores poderosos. El sentido del deber es una gran guía para sacarnos de situaciones confusas.
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